lunes, 6 de agosto de 2018

2006 - Viaje al Rayastán


Luego de once años, finalmente volvemos a la India. Esta vez nos acercaremos por los pueblos legendarios del Rayastán. Dentro de unas horas sobrevolaremos el vasto territorio chino antes de cruzar al indio y aterrizar en Delhi.

El agente de viajes insiste que no ha sido fácil conseguirnos habitación en todos los hoteles solicitados (Heritage Hotels) debido a que estamos en temporada alta, no obstante, estoy satisfecho con que logró ubicarnos bien en la mayoría de los casos. Confío en que disfrutaremos el viaje de igual manera. Dos semanas seguramente serán cortas para recorrer sin prisas los fuertes, palacios, templos y mercados que llenan la región. Disfrutar el clima del desierto y recibir el año en un sitio misterioso como se nos antoja Yodhpur, será una experiencia distinta. Haremos unos trechos en tren y otros por carretera. YaipurYailsamerUdaipur y como ñapa Guailor que no es parte del Rayastán. También incursionaremos Ajmer, centro musulmán en esa región no lejos de Yaipur.

24/12/2006 El vuelo fue cancelado por neblina en Delhi. Nos pusieron en dos buses y nos llevaron a un hotel donde perpetramos una cena y el desayuno. Este incidente muy desagradable por lo demás, porque suponía un serio retraso en nuestro plan de viaje, lo aproveché para conocer a varios pasajeros indios con quienes entablé grata charla, no sólo en el hotel sino durante todo el vuelo al siguiente día. Los indios provenían de Mumbai, Delhi y Kolkata. El bengalí había estado en Venezuela un par de veces dado que su trabajo está ligado a la marina y el petróleo. Los de Delhi eran importadores de auto repuestos y de maquinaría.

El aeropuerto de Delhi es el mismo que conocimos hace 10 años. Esta vez lo percibí bastante vacío, recordaba una multitud agolpada a la salida aguardando pasajeros y familiares que ahora no estaban. Un chófer nos esperaba, le di la mano y nos condujo al Ambassador blanco quitándome la maleta. Luego supe que la neblina había efectivamente afectado al aeropuerto y muchos vuelos fueron cancelados. Delhi estaba como más tranquila pero polvorienta.

Una vez en camino al hotel noté el incremento del tráfico, las nuevas estaciones de servicio (gasolineras), mucha gente con celulares y los tuktuk llevan taxímetros instalados.

Descansamos en el hotel, sencillo pero muy cómodo, y contratamos un taxi para ir a cenar al Bukhara en el Sheraton que no está muy lejos. El Sheraton estaba de bote en bote. Era sábado y víspera de Navidad. Los restaurantes estaban llenos de comensales indios y extranjeros (situación que difiere de Beijing donde estos hoteles no son muy frecuentados por familias chinas).

En honor a Jossie pedí una botella de chardonnay argentino Terrazas (su hermana trabaja con esta marca) y una cena de langostinos, lentejas y raita además de los consabidos naan. De postre compartimos unas de esas bolitas de leche en sirope.

Es la primera vez desde el viaje a Berlín, Viena y Budapest en 2000 que salgo con Fanglin. Además de ser un excelente diente tiene la virtud de acoplarse a todas las situaciones. Disfrutamos la cena y luego regresamos al hotel. Me dormí de un tiro. Llevo cansancio acumulado. Últimamente no he dormido mucho dado que me pongo a diseñar hasta muy entrada la madrugada.

25/12/2006 En Yaipur el día de Navidad el chófer nos vino a buscar temprano y nos llevó al Palacio Amber. Este enorme complejo corona una colina árida. A la distancia parece parte de un fuerte que corona otra colina y se ve como un todo. Es impresionante, no sólo por la escala sino por la ubicación. El ascenso se puede hacer por elefante o auto. Decidimos seguir en auto y luego caminamos el resto del recorrido hasta llegar al primer patio.

Los majarás pensaban en grande. Pabellones recamados en espejos con intrincados motivos, jardines de agua, corredores con celosías para proteger a sus mujeres de miradas pecaminosas, puertas engastadas en marfil y nácar. Los turistas llenan los espacios mientras albañiles van reparando pacientemente con métodos tradicionales los muros y patios destruidos por el tiempo y el desuso.

Las vistas son impresionantes. Además del fuerte que no está comunicado con el Palacio como se apreciaba desde abajo, se ven numerosas construcciones de dimensiones palaciegas en ruinas, algunos templos, etc. Amber dominaba la política hasta que el majará decidió mudar sus cuarteles a Yaipur.

Almorzamos en un simpático restaurante. De allí entramos en una tienda aledaña y adquirí unos sobrecamas de algodón muy bellos. Fue una ardua negociación pero Fanglin logró bajar los precios ostensiblemente. Su origen chino y experiencia en la industria del turismo ayuda mucho ya que los indios saben que productos similares, aunque probablemente no de la misma calidad, se consiguen en China por precios muy bajos. De allí regresamos al hotel donde había una suerte de cena de navidad.

27/12/2006 Acabamos de llegar a Yodhpur. Salimos a las 10:00 de Jaipur y paramos en Ajmer, ciudad sagrada de los musulmanes a unos 130 km. Fuimos directamente a la mezquita. El carro nos dejó a una distancia y recorrimos una estrecha calle colmada por una muchedumbre de peregrinos indios en su mayoría para llegar al arco que hace de frente a la mezquita. No nos dejamos disuadir de dejar los zapatos con un hombre que los cuida y nos descalzamos para entrar al recinto abierto cuyo piso es de mármol. Llevamos los zapatos en la mano.

Una vez subimos la escalinata aquello parecía más un mercado que un recito religioso. Una muchedumbre descalza de hombres y mujeres de distinta indumentaria y rasgos fisionómicos pululaban el sitio, algunos haciendo abluciones, otros curioseando un par de enormes ollas que permitían cocinar varias toneladas de comida; unos rezando, otros pagando penitencia, etc. Cuando quisimos traspasar el umbral de la mezquita propiamente un hombre con un gorro negro nos atajó diciendo que no podíamos entrar con los zapatos en la mano, así que desistimos. Dimos varias vueltas por los patios donde se venden flores, incienso y otros elementos de uso religiosos. Una serie de cubículos numerados bordeaban los patios. No logré comprender su sentido pero Fanglin piensa que tiene que ver con las confesiones o penitencias... Los señores de gorro negro parecen ser los guardianes del recinto.

Los musulmanes son obviamente más corpulentos que los hindúes y otros indios. Vi muchos gordos y a sus mujeres también se les ve hasta los pies más rellenos.

De regreso al carro una pedigüeña con su hija cargada en brazos persiguió a Fanglin hasta el mismo coche. Yo logré esquivarlos todos, de leprosos a mendigos, quizás porque como llevo barba pudieron haber pensado que no era turista. Más tarde el chófer nos explicó que no se les puede creer a los mendigos, algunos son millonarios e incluso en Arabia Saudita se supo de uno que era dueño de un hotel 5 estrellas...

Dejamos Ajmer y a medio camino antes de llegar aquí nos paramos en un restaurante campestre donde almorzamos, comida rayastana como siempre acompañada de una cerveza Kingfisher. El chófer comió con nosotros.  

28/12/2006 300 kilómetros recorrimos entre Yodhpur y Yailsamer. El paisaje es relativamente monótono a no ser por los grupos de dromedarios que se ven dispersos por su cuenta comiendo de los matorrales, algunos venados, rebaños de ovejas lanar y de chivos, carretas haladas por dromedarios, camiones del ejército, ejercicios aéreos (estamos en zona fronteriza con Pakistán y el ejército tiene acantonadas fuerzas en Bikaner, Yailsamer y Yodhpur). Dunas y matorrales, algunos sembradíos de colza, vacas y becerros a veces en medio de la vía, al igual que perros en las cercanías de los poblados.

El chófer nos mantuvo con una selección de música rítmica india todo el trayecto. Yo a veces acompañaba con palmadas sobre los muslos de modo apreciativo.
Pasamos por pueblos cuya especialización son las canteras de mármol y granito. Grandes bloques de piedra se guardaban en patios, enormes lajas se amontonaban ordenadamente, adornos de piedra se exhibían para la venta.

Saliendo de Jodhpur vimos una de las especialidades de la ciudad: la fabricación de muebles de estilo indio, nuevos y antiguos. El concuñado del chófer nos comentó en la mañana antes de partir que Jodhpur exporta 1500 contenedores de muebles mensuales, principalmente a los EEUU e Inglaterra. Hay tiendas por departamentos como CostPlus que son clientes fijos. Este señor, joven y apuesto como parecen ser la mayoría aquí, es controlador de calidad de estos muebles. Trabaja de lunes a viernes de 10am a 6 pm recorriendo distintas fábricas.

A medio camino hicimos una parada en un jardín donde llegaban grupos turísticos. Allí se podía tomar el almuerzo pero sólo tomamos té masala, limonada con soda y un emparedado de queso. Había una tiendita llena de libros y souvenir pero no compramos nada ya que FL no tuvo suerte con su regateo por una prenda.

Llegando a Yailsamer nos cruzamos con la línea férrea. Más adelante había una suerte de alcabala donde se compra un billete de protección al turista, según explicó Yoguinda (Maestro del Yoga, según creí entender), el chófer.

Un enorme y antiguo fuerte amurallado domina la ciudad desde un cerro. Este está construido con una piedra amarilla al igual que la mayoría de las construcciones locales. El fuerte es imponente y enorme. Realmente parece sacado de un cuento de las 1001 Noches. La antigua ciudad, fundada en 1100 aproximadamente (siglo XII) tiene su correspondiente muralla que rodea el cerro con el fuerte. La verdadera vida de Jailsamer se desarrolla intramuros. Todo está construido con la misma piedra amarilla. Tiene sus puertas y traspasado el umbral se descubre un laberinto de estrechos callejones donde el comercio domina todo. Entramos a un haveli de 300 años ahora convertido en hotel de lujo para viajeros exóticos. La familia real saudí solía venir de caza y se hospedaban aquí con todo el harem y servidumbre. Ellos venían por carretera desde Pakistán hasta que el gobierno indio decidió prohibir la caza. Al haveli se le acabó la fortuna real. Un retrato del rey Faisal colgado en un sitio de privilegio es lo que queda del recuerdo.

Antes de adentrarnos a la vieja ciudad amurallada llegamos a nuestro niwas situado no muy lejos. Es una villa de más de 100 años construida por un majará en un estilo muy ornamentado y exótico indio. Todo en un mismo material, piedra, y tiene una serie de terrazas donde se disponen las distintas habitaciones. Hay un patio que da al comedor y más allá hay una enorme piscina rodeada por césped y un corredor con una columnata muy imponente. La villa está rodeada de un enorme jardín al estilo de las mansiones de la campiña inglesa. Una vez acomodados en la habitación, nos cambiamos para darnos un baño de piscina. Lamentablemente, a pesar del sol que me quemaba el rostro, la temperatura del agua estaba muy fría para mí. Fanglin se echó un rápido chapuzón mientras yo me eché en una camilla de madera a leer uno de los dos libros que traje, India una civilización herida, de V.S. Naipaul. Este libro me lo regaló alguien hace como 20 años y no lo había ni ojeado. El otro que me leí en el vuelo de Beijing a Delhi, Aroma de India, de Pier Paolo Pasolini, lo había comprado en Londres en 1987 y ahora fue que lo pude leer.

Ambas lecturas, aunque muy diferentes entre sí, parecen muy oportunas por su enfoque objetivo y realista. Tienden a ser críticos y sin embargo se les nota una extraña admiración por este mundo sin parangón en el mundo. El libro de Pasolini se basa en un viaje suyo en 1961 acompañado por los escritores Alberto Moravia y Elsa Morante y el de Naipaul es de mediados de los 70. O sea experiencias de hace más de 40 años. De alguna manera parecen escritos ayer pese a que hoy en India se siente ha comenzado una suerte de revolución con la aparición de una verdadera clase media. Por ejemplo el turismo indio que vemos hoy no lo recuerdo hace solamente 10 años. Escolares de visita organizada por ciudades distantes, familias enteras de paseo en coche privado o por avión, celulares, televisión, etc.

En Yailsamer, aunque es una ciudad pobre, no hemos visto mendigos. A diferencia de los lugares de peregrinación como Ajmer donde pareciera concentrarse los leprosos, lisiados, menesterosos y pedigüeños aquí la gente se nota muy gentil, conversadora, amable con el forastero. La visita de mañana promete ser inolvidable. 

29/12/2006 La ciudad amurallada de Yailsamer. El fuerte de piedra amarilla, majestuoso, imponente, antiguo. Podríamos estar en Jerusalén de hace mil años o en cualquiera de esas ciudades de fábulas aladinescas. Todo intacto y con vida. La población local mora y trabaja dentro del recinto antiguo, compacto e impenetrable. Todo de la misma piedra. Cortada, tallada y labrada en fina celosía, en encajes que cubren y destacan los detalles arquitectónicos. Piedra que mantiene el calor a distancia refrescando los callejones y pasadizos al transformar la brisa caliente del desierto. Se dice que muchas generaciones de niños nunca vieron llover. Pero la cercanía de los muros creando estrechos e irregulares corredores, el grosor de las piedras conque se levantaban los muros creó un microclima en la ciudad medieval.

Ingeniosos sistemas de recolección de la poca lluvia, muy preciada, comienzan en los patios de los pabellones con terrazas donde se emplazaban las cámaras privadas de los majarás y sus cortesanas. Muebles de madera cubiertos completamente con plata repujada era el mobiliario de rigor de los regentes. Habitaciones con altos techos de donde colgaban grandes telas que servían de abanico controlados a través de hilos por un sirviente al otro lado de la habitación.

La genealogía de los majarás y sus historias de batallas fantásticas donde el pobre elefante pierde la trompa de un solo gesto con su espada…Los retratos son impresionantes por el porte de los majarás y las ricas vestimentas y joyas que llevaban. En comparación, los mandarines chinos parecían modestos proletarios.

Muchos haveli han sido transformados en hosterías donde es difícil conseguir habitación. Muchas disponen de azoteas donde sirven café y alimentos a los turistas que desean disfrutar de la vista sobre esta fantástica ciudad de 800 años.

Las ventas de textiles y otras artesanías típicas del Rayastán abundan por los callejones, igualmente las joyerías, platerías y tallas de piedra.   

31/12/2006 Las enormes canteras de arenisca llegando a Yodhpur, los grupos de camellos deambulando por los campos áridos comiendo de las copas de árboles raquíticos, las mujeres muy morenas vestidas con sari multicolores a la vera del camino, a veces cargando pimpinas metálicas con agua, convoy militares, camiones de transporte de carga, autobuses con turistas indios y/o extranjeros. En un paisaje tranquilo y monótono de 300 km desde Yailsamer. El chófer nos sugirió desechar la idea de visitar los templos jainista de Orissa para no tener que desviarse 60 km... Le hicimos caso y nos vinimos derecho a Yodhpur. Pero el hotel no queda en la ciudad sino a unos 40kms más allá, en Luni. Una aldea nos recibió llevándonos a una suerte de villa fuerte construida enteramente de piedra ocre, muy impresionante. Esta noche es de Año Viejo. Hay un espectáculo de marionetas, músicos, danzas locales y una cena india por 2000 rupias. A medianoche veremos fuegos artificiales. El fuerte Chawarda está lleno. 2 terceras partes de turistas extranjeros y una de indios. Las mesas ya están reservadas con los nombres nuestros. Todo muy elegante y natural al mismo tiempo.

El fuerte tiene varios patios que le imprimen mucha intimidad a todos. Ahora escribo esto desde el corredor frente a mi habitación. Ya tomé un buen baño, buena grifería y azulejos, jabones Occitaine que compré en el aeropuerto de Beijing. Estamos tomando cerveza australiana Foster, muy buena (no hemos almorzado) y algunos huéspedes recién llegados están auscultando los jardines e instalaciones.

Ayer en Yailsamer descubrimos un hotelito dentro de la ciudad medieval muy agradable. Nos tomamos un jugo de naranja y luego el almuerzo al que convidamos al chófer. Allí tenían un ordenador disponible así que me puse a bajar mi correo y había una carta Jane Tarrant. Mi tarjeta de Año Nuevo no la había recibido, así que la llamé. Fue muy sabroso escucharla y sentir su sobresalto cuando le dije “I am in Jailsamer, in the desert of Rajasthan, of all places...”. Le puse el apartamento a la orden para abril cuando vendrá a Beijing con sus hijos. En la tarde volvimos a recorrer algunas de las callejuelas de Jailsamer y compré una camisa y un pantalón que Fanglin volvió a negociar por mí. De 4400 más 125 bajamos a 1500. Si no fuera por mi impaciencia quizás hubiéramos logrado mantener el precio de 1000 que inicialmente pensamos era el adecuado.

En otro caso, FL quiso adquirir un collar pero luego de llevarlo al precio suyo, los vendedores hicieron un juego de manos cambiándolo por otro. Él se volteó y retiró del negocio mientras los vendedores seguían bajando el precio a gritos.
El tour incluía un paseo en camello en el desierto que colinda con Pakistán. No era mi intención montar el camello pero lo hicimos ya que el elefante nos lo perdimos en Amber.

Montar un camello es una pequeña experiencia. Uno lo monta cuando éste está posado sobre la tierra, entonces se levanta primero con las patas anteriores y luego las posteriores. Pareciera estar uno en una montaña rusa... Un niño caminando por delante llevaba las riendas del dromedario. El animal tiene muchos animalitos pegados a su pelambre y un olor muy peculiar nos acompañó todo el trayecto por las dunas que subían y bajaban. Me recomendaron inclinar la espalda hacia atrás para mantener el equilibrio. Con una mano iba tomando fotos con mi camarita digital que luego guardé y toqué la lana del animal que me retrotrajo a mi cobija de lana de camello que una vez compré en la Tienda de la Amistad y que todavía uso, testigo de mis sueños y orgías...

No quisimos quedarnos para la fogata y cena a la intemperie (nos pareció muy caro) así que, una vez pasada la puesta del sol, decidimos caminar descalzo parte del trayecto de regreso. Los camellos nos esperarían más adelante para montarlos hasta el destino final.

Un beduino (?) que dominaba muy bien el inglés conversó conmigo. Tenía 35 años pero aparentaba 30 más. Muy quemado y flaquito. No concebía que los chinos comieran cuanto ser se moviera. Ellos comen carne de pollo y de cabra en ocasiones especiales solamente. Era dueño de dos dromedarios pero el más viejo, una hembra, la tenía que vender para poder mantener la familia. Un animal joven puede costar 50 mil rupias y por la venta del viejo quizás reciba 15 mil solamente. Decía frases en japonés y francés. La arena del desierto es muy fina y un poco fría pero la caminata sobre las dunas fue algo especial.

1ª de enero de 2007. Recibimos el año en Luni, afueras de Jodhpur en un viejo castillete de piedra. En el gran jardín central se dispusieron sillas de jardín y fogatas en conos de metal en el centro de cada grupo de sillas. Los huéspedes fueron llegando a cuentagotas y al rato estaba todo el mundo tomando y conversando mientras los camareros vestidos con sus atuendos locales, pantalón y camisa de algodón blanco con una chaqueta oscura y un turbante naranja, servían pasapalos indios y tragos. Fanglin pidió un whisky y yo un vino tinto indio pero me trajeron la botella completa así que nos la tomamos igual. En una tarima un grupo de músicos rayastanos y bailarinas animaron la velada hasta que pasamos al comedor.

Llamé a mi mamá y le describí la escena. En Caracas todavía estaban lejos de la medianoche. A un lado de nuestra mesa en el comedor teníamos una pareja de canarios, con los que conversé al desayuno siguiente, y al otro un alemán con una tipa de rasgos asiáticos. El dueño del hotel, descendiente de un majará, me explicó la historia del edificio y sus vicisitudes para convertirlo en hotel. Luego conversé con el chef principal que tenía unas grandes cejas, un bigote muy negro y poblado y una barriguita muy rara en estos lares.

Me fumé uno de los puros que me regalaron los de VVI y estuve toda la noche recibiendo mensajes de texto de amigos chinos. Como a las 8am llamó Antonio desde Londres para desearme un Feliz Año.

En el desayuno volví a llamar a Caracas y hablé con papá que me dijo estaban viendo los fuegos artificiales que adornaban el cielo caraqueño. Mi mamá, la Tota y Victor Hugo. Adolfo estaba de guardia en el hospital. La llamada se cortó. Al rato pude volver a conectarme y me atendió la Tota pero la llamada se volvió a interrumpir. No pude desearle Año Nuevo a mamá.

Afuera de fuerte estaba el chófer. Me abrazó por el Año Nuevo y luego me fijé que no se besan pero se saludan por ambos lados. Nos fuimos directamente al fuerte Mehrangarh de Yodhpur, verdadera maravilla arquitectónica y de defensa militar. Esta ciudad fue fundada antes de que Colón llegara a América. El fuerte corona una colina de piedra sobre la cual descansa n los contrafuertes, rampas, puertas edificios, atalayas, patios de uso oficial y privados para la familia y cortesanas. Como todo aquí, el lujo asiático predomina en todos y cada uno de los detalles. Las paredes parecen hechas de encaje de piedra arenisca por sus intrincados motivos. Las celosías en los muros de piedra y ventanas de madera permiten el paso de la luz atenuada y el fresco de la brisa que de otro modo fuera caliente. Al tiempo que resguardaba la intimidad de las mujeres de la Corte. Los pisos siempre de mármol y algunas veces las salas fueron recamadas con espejos y pinturas doradas. Lo ornamental siempre predominando en todas las superficies.

Es cierto que uno no debería permitirse comparaciones directas entre proyectos escritos en distinta clave. Es como la música y la pintura. Sin embargo tras una vida en Beijing, con un patrimonio arquitectónico digno de admiración, uno no puede entender como los emperadores chinos tenían una vida, un estilo de vida, mucho más austeros que los majarás y otros potenciados asiáticos. Solamente ver los intricados diseños de las espadas, dagas y demás armas conque los rajputenses defendieron sus territorios y vanidad deja a los chinos en una situación inexplicable, comenzando por el hecho de que no recuerdo un solo museo en China donde se muestren tantas y hermosas armas como las vistas aquí. Después de todo el imperio chino era varias veces más grande y más poblado con una burocracia y cultura más sofisticada, o por lo menos eso nos han hecho creer. Los detalles de ingeniería civil, de arquitectura y de interiorismo asimismo atestiguan a favor de los majarás. Sus trajes también parecen mucho más elaborados donde abundan los hilos de oro y plata, las gasas, popelinas y sedas. En el renglón joyas, ni los chinos ni los japoneses parecen haber cultivado particular admiración por las piedras preciosas. De los tocados de las damas de la dinastía Tang, Song y Ming por ejemplo no recuerdo haber visto sino en pintura, algo más bien pobre si se compara con toda la literatura que rodea el mundo de las piedras y la orfebrería que hoy en día atestigua un pasado rico e importante dentro de la sociedad y economías locales.

También es muy extraño que ni en China ni en la India se noten a primera vista algún tipo de relación comercial o cultural a no ser, por supuesto, que el budismo originario en la India penetró tempranamente en China y de allí pasó a Corea y Japón. Las dagobas que se ven en Beihai, y Baidasi son de origen más bien indio o tibetano, por lo tanto - para la época – podríamos considerarlos estilos o expresiones extranjeros a la cultura china.

Los majarás pueden tener las mejores colecciones de relojes europeos, vidrios y cristales de Venecia y Bohemia, pero no se ven por ejemplo colecciones de vajillas chinas que siempre fueron las más reputadas. Cuando se ve algo de inspiración china llega a través de platos ingleses o escoceses que copiaban motivos chinos en azul y blanco. De todas las maravillas y extravagancias que se permitían los dueños de estas tierras, nada parece provenir de China, que está prácticamente al lado.    

04/01/2007 Estamos hospedados en un antiguo fuerte con una casona de 200 años que fue restaurada hace como 10 años y convertida en hotel. Los suizos y franceses parecen habitués del lugar pese a la enorme distancia de Yudaipur. Son apenas 55 km pero la carretera es angosta y mala por lo que el trayecto nos toma una hora y media. Para nosotros que queremos estar cerca de la ciudad curioseando sus callejuelas y tiendecitas después de visitar los monumentos, el lago, etc. se nos hace muy incómodo hacer este viaje dos veces así que ayer llamé a Manuj para pedirle nos cambiara a otro hotel para nuestra última noche en India ya que mañana por la tarde volaremos de regreso a Delhi y de allí a Beijing. O sea que hoy por la mañana empacaremos nuevamente y nos mudaremos a un hotelito cerca del lago Pichola.

La casona de por sí es muy curiosa, tiene algo de un antiguo rancho mexicano pero con los consabidos detalles indios, los arcos ornamentados, puertas de gruesa madera con cerrojos de bronce que encajan por dentro de la hoja sacando una pestaña donde se cierra el candado por fuera. Sin embargo hay mucho kitsch en la habitaciones que fueron decoradas con espejitos cuando las pinturitas en las paredes hubiesen sido suficiente. Supongo que es un estilo decadente como el que vimos en el Palacio de Udaipur. Pese a lo enorme, construido a lo largo de 400 años por distintos gobernantes pero tratando todos de mantener una cierta uniformidad de estilo, es de todos los palacios y fuertes vistos en el Rayastán el que no me ha gustado. No es un fino ejemplo de la arquitectura rajput a mi parecer.

Lo que sí distingue a este palacio es su cercanía al inmenso lago artificial por lo que se conoce esta ciudad. Un pabellón de mármol, un hotel – donde se filmó Octopussy de James Bond – blanco enorme como un trasatlántico sobresalen del lago frente al Palacio. Más allá hay una isla con otro palacio y sus jardines. La orilla del lago está llena de casas que sirven de pensiones a turistas y otras residenciales. Más apartado está el hotel de la cadena Oberoi a donde pienso ir a cenar esta noche como despedida. Es un conjunto de cúpulas lobuladas de color arena que se nota muy fastuoso.

Sigue siendo un misterio el que en China se vea tan poco de la riqueza de los poderosos de antaño y aquí, solamente en esta provincia, haya tal enormidad de ejemplos vivos. Palacios, templos, jardines, etc. que hablan de una economía importante capaz de soportar tales desmanes. Asimismo, la riqueza de sus joyas, armas, trajes, costumbres (batallas de elefantes, de tigres con jabalíes, cacería de venados, de tigres, etc., que sus pinturas miniaturas muestran con tanto detalle). A la salida del Palacio adquirí un libro sobre el imperio mogol (creo debiera usar el término mongol más bien ya que según parece, mogol no es otra cosa que la forma persa de mongol) y uno muy pesado sobre la colección de pinturas miniaturas de la colección del Palacio Windsor. Vi una cantidad de libros que me hubiera llevado. Uno del Museo de Pensilvania sobre pinturas intimistas entre otros.

Almorzamos en la terraza del hotel del Palacio frente al lago. Sopa Mulligatawni, ensalada César y otra de langostinos estilo indio, dos platos chinos - de mariscos y pescado agridulce – arroz blanco y cerveza Cobra, muy sabrosa.

Entrando al Palacio también vimos una tienda donde exhibían una alfombra de cuadros tejida en seda de 2,7 x 3,6 hecha en Cachemira. Pedían 16 mil dólares y yo los hubiera pagado. Era un bello trabajo de tonos dorados, arenas, ocres.

Hoy caminaremos por las callejas del centro donde hay un barrio musulmán. Espero no seguir cargándome de cosas. Desistimos de ir a conocer otra ciudad amurallada a 100 km de aquí. Estamos cansados de tanto viaje en carro y preferimos perdernos por las asquerosas callejuelas locales.

Por cierto que este es un problema común a todos los centros poblados, la falta de higiene urbana. El paisaje rural es tan cálido a la vista como el de otras partes del planeta, pero apenas entra uno en un poblado, sobre todo en las ciudades, la asquerosidad de sus calles es la orden del día. Los olores son insoportables (aunque uno se haya acostumbrado a ello al igual que tantos turistas que se ven deambulando por allí) y el caos donde se confunden los motorizados tocando bocinas, carretas, camellos, vacas, perros, cerdos, vendedores de frutas y de cuanta cosa haya. De hombres orinando frente a una pared o mujeres y niños descalzos cruzándose unos a otros. De muchedumbres vestidas de infinidad de maneras, colores y estilos que impresionan por esa cualidad que se supone del medioevo. Gente limpia con el cabello lustrosamente negro. Gente sucia con ropa raída color tierra. Oro en los lóbulos machos, anillos en los dedos de los pies femeninos o piercings de oro en la nariz de las mujeres enjoyadas.

Sigue siendo un misterio el que China se vea tan austera…

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